El cañón del Duero
La larga carretera labrada por el río Duero nos ofrece un paisaje sobrecogedor, con espectaculares laderas, imponentes gargantas, largas estructuras de granito abiertas por la mitad, donde se encaja una profunda y sinuosa línea de aguas ahora pacificadas y resignadas. El cañón del Duero es una extensa garganta con desniveles que en algunos puntos superan los 500 metros de profundidad. Gran parte de este tramo discurre a lo largo de la frontera entre Portugal y España, uniendo la Terra Fria Transmontana con las provincias de Castilla y León. En esta región existe un patrimonio geológico de extraordinario valor, con algunas de las rocas más antiguas de la península, vestigios de antiguos fondos oceánicos, incluidos fósiles marinos y testimonios de la agitada historia del Duero y su lucha por encontrar el camino hacia el Oeste.
Es un paisaje de "granitos, gneises, migmatitas, ser- pentinitas, calizas, mármoles, travertinos, cuarcitas, esquistos y grauvaques, así como diversos depósitos de terrazas y gravas" (ICNF). También existe un vasto patrimonio de fuentes termales que, desde la época romana hasta mediados del siglo XX, permitieron una larga tradición minera.
Esta zona alberga una gran variedad de hábitats, como estanques mediterráneos, brezales, bosques, bosques aluviales y sotobosques de gramíneas.
Los acantilados están dominados por una vegetación bien conservada y de gran diversidad florística, entre la que destacan el enebro (Juniperus oxycedrus), de carácter relicto, Juniperus spp., la encina (Quercus rotundifolia) y el Holcus setiglumis- subsp duriensis en las laderas más húmedas. El matorral está formado por brezos (Erica ciliaris y Erica tetralix) y retamas (Genista anglica y Genista micrantha). En los bosques, que son más comunes en la zona de la meseta, especialmente en las zonas no cultivadas o en las divisiones entre propiedades, predominan el roble negro (Quercus pyrenaica), el roble portugués (Quercus faginea) y el alcornoque (Quercus suber), así como el lodeo (Celtis australis), el giestais, el piornais y el estevais.
En los bosques aluviales destacan el aliso (Alnus glu- tinosa), el fresno (Fraxinus excelsior y Fraxinus angustifolia), el sauce (Salix salvifolia), el álamo (Populus nigra var. betu- lifolia) y el tamarisco (Tamarix africana).
También en las laderas encontramos olivos, vides y almendros, aterrazados para contrarrestar las fuertes pendientes de la zona.
En la zona de la meseta, el bosque se alterna con paisajes caracterizados por el cultivo de cereales, pastos fruto de la larga tradición agrícola, huertas y frutales. También hay soutos al norte y olivares, almendros y viñedos al sur.








